Por lo general, el ‘bullying’ es una forma de intimidación que se puede identificar a través de tres características: intención, repetición y poder. Un acosador tiene la intención de causar dolor, a través de daño físico o de palabras o comportamiento hiriente, y lo hace repetidamente.
Se ha visto que los niños son más propensos a experimentar bullying físico, mientras que las niñas son más propensas a experimentar bullying psicológico.
La intimidación es un patrón de comportamiento, más que un incidente aislado. Los niños que intimidan generalmente provienen de una posición social o posición de poder percibida más alta, como los niños que son más grandes, más fuertes o a los que se les considera populares.
Estos son algunos puntos que debemos prestar atención en nuestros niños y si en algún momento vemos estas señales no dudemos en buscar la ayuda de expertos:
- La deseabilidad social: cuando no se sabe obtener atención de otra manera, el niño recurre al bullying.
- El contexto familiar: crecer en un entorno agresivo, donde la violencia (física, verbal o psicológica) está naturalizada como una manera de afrontar conflictos puede convertir a un niño en un abusón.
- La autoafirmación indebida: esto sucede cuando los niños se sienten inseguros y encuentran la solución a través del uso de la fuerza, el insulto o la amenaza.
- Los problemas de autoestima: su incapacidad para valorarse así mismos hace que no valore a los demás.
- La venganza y la frustración: otra razón es que el niño haya sido víctima del bullying o lo esté siendo. En estos casos, su frustración y su rabia le llevan a tratar de la misma manera a otros niños.
- La falta de empatía: ese pensamiento egocéntrico les impide entender las consecuencias de lo que están haciendo.
Ver a tu hijo sufrir acoso y no saber cómo ayudar es desgarrador. También lo es no saber si tu hijo es cómplice, testigo o incluso acosador. Es importante estar atentos y hablar con ellos, darle consejos sobre este tema tan relevante.
Lic. Melany Guajardo-Psicóloga
Editores PP