Casi todas las conductas de los niños son aprendidas, se apoyan en el ejemplo que les damos. Así, una actitud nuestra aparentemente inofensiva y repetida con regularidad puede llevar al niño a ser incapaz de abandonar un hábito. Lograr desprenderse para siempre del biberón no es solo una tarea del niño; tú también tienes mucho que ver.
El biberón debe formar parte de la vida del niño solo como un instrumento para su comodidad hasta que sea capaz de beber en vaso. No te acostumbres a ofrecérselo cada vez que llora o se enfada. Si lo haces, él terminará asociándolo con una forma de consuelo y le costará mucho dejarlo. Es curioso que los padres se preocupen porque su hijo deje el chupete, lo que consideran un ejemplo de madurez del niño, pero permiten que usen biberón mucho tiempo. Sin darse cuenta, convierten el biberón en un sustituto del chupete. Es común ver niños de 3 o 4 años que beben perfectamente en vaso pero, ante el más mínimo disgusto, lloran desconsolados en busca de su biberón.
Aprender a beber en vaso no es tan sencillo para un niño pequeño. Al principio, lo inclinan demasiado de prisa, se atragantan, les da la tos y se mojan la ropa. Pese a esta dificultad, los niños de dos años ya dominan bastante bien este aprendizaje.
La mejor forma de aprender es ir paso a paso con un vaso evolutivo. Para que se acostumbre a no usar tetina, empieza por darle un vaso con boquilla; después puedes pasar a un vaso con asas, que le resultará mucho más fácil de sujetar. Y, cuando ya sepa beber en vaso, olvídate para siempre del biberón.
Esto no quiere decir que lo hagas desaparecer de un día para otro sin dar explicaciones. Deja de ofrecérselo y dale de beber siempre en vaso. Si te pide el biberón, al principio, no se lo niegues, pero explícale que ya es lo bastante mayor para beber igual que lo hacen los adultos y felicítale por este gran logro.
Editores PP