A los 20 años seguro es la época más saludable para llevar a cabo un embarazo tranquilo, sin embargo, hoy en día son cada vez menos las parejas que, sin haber alcanzado los treinta o casi los treinta, se plantean iniciar una nueva familia sin el desbarajuste económico que ello conlleva. El cuerpo de la mujer se encuentra más receptivo que nunca a lo largo de esta década: los ciclos menstruales regulares y fértiles se producen cada mes, sin excusa, y la tasa de riesgo relacionada con la hipertensión, diabetes gestacional, malformaciones en el feto o el aborto espontáneo (menos de un 10 por ciento) son más bajos que nunca. A esta edad, además, el cuerpo se adapta mejor a los cambios tras el parto, permitiendo volver a la figura anterior con más facilidad. Muchas personas consideran que estos años son los mejores para criar a un niño recién nacido en lo que a forma física se refiere: las largas noches sin dormir, o correr detrás de él cuando empiezan a dar sus primeros pasos, pasan menos factura en la veintena, aunque se pueden encontrar opiniones o experiencias diferentes.
A partir de los 30 años, el índice de fertilidad va cambiando pues el envejecimiento y/o la calidad de los óvulos comienza a decrecer, no es hasta los 35 que sus efectos empiezan a notarse a la hora de intentar llevar a cabo un embarazo (los expertos recomiendan intentarlo al menos durante un año con el método ‘tradicional’ antes de probar otras alternativas), y es a los 38 donde, posiblemente, tengamos que empezar a pensar en un tratamiento de fertilidad si queremos concebir. A partir de esta edad, además, los riesgos de sufrir hipertensión durante el embarazo doblan el índice entre las mujeres de entre 20 y 30, así como el riesgo de desarrollar diabetes gestacional, sufrir un aborto o llevar a cabo un parto por cesárea (dos veces más probable que en las mujeres a los veinte).
Muchas mujeres señalan algunas ventajas de tener un embarazo a partir de los 30, a pesar de que nuestro cuerpo nos diga lo contrario, pues ven esta etapa como la idónea para iniciar una familia. La estabilidad laboral y emocional, y la posibilidad de contar con un empleo que permita compatibilizar las horas de oficina con la tarea de ser mamás, suponen un momento ideal para muchas parejas, que retrasan la concepción hasta una vez cumplidos los 30. El principal inconveniente: las circunstancias vitales, que no siempre se corresponden con nuestro mejor momento físico.
A partir de los 40, las posibilidades de la mujer de quedarse embarazada decrecen sustancialmente, y las que lo hacen, requieren de un estilo de vida mucho más saludable para llevar a cabo una gestación sin problemas. Los cambios hormonales, además, suponen una dosis extra de cansancio y fatiga entre estas mamás, especialmente si ya hay niños mayores en la familia. Entre otros inconvenientes, además, hay que contar que el cuerpo se recupera más lentamente después del parto, ya que los niveles de colágeno de la piel son mucho menores que 20 años atrás.
En lo que respecta a la salud del bebé, el riesgo de perderlo en los primeros meses de embarazo es uno entre tres antes de los 45, y uno entre dos a partir de esa edad. Tampoco son raros los casos en los que se presentan problemas con la colocación de la placenta, casi siempre relacionados con desprendimientos o hemorragias A los problemas físicos hay que sumarle, además, algunas preocupaciones extra relacionadas con el crecimiento y la crianza de los hijos, como la distancia generacional o el hecho de que se hagan mayores a la vez que nosotros (la mayoría no habrá terminado sus estudios cuando los padres hayan pasado los 65).
Las ventajas: La madurez trae consigo experiencia y paciencia, y esas son dos virtudes esenciales a la hora de criar a un bebé sano y feliz.